jueves, 26 de junio de 2008

Destino


Llegó con los cachetes encendidos, se paró conteniendo la respiración frente a las rejas llenas de herrumbre, era visto que atendían, por la gente que ya estaba esperando. Se acercó simulando timidez y sentada sobre una piedra se ubicó en su lugar en la fila. Se miró las manos, las uñas estaban sucias, sería el hollín de los días, de la pena o de la maseta que tantas horas le había dedicado, casi como moldeando un retazo de sueño. La tarde de abril estaba gris como el humor acre de sus días, no diferenciaba un día radiante de un día de lluvia, no obstante se repetía como convenciéndose: todo pasa. En algún momento por obra del azar, por una extraña fuerza interior o porque la voluntad tocaría la indignación del último fondo, o quién sabe gracias a qué mil demonios sabía bien que este tormento también pasaría.

El chillar de las rejas viejas la llevó a levantar la vista, e internarse en aquellos ojos hundidos más de lo normal, abiertos sin mirar, con un delantal blanco, robusta, baja, de cachetes gorditos, cabello corto, más bien despeinada, sin emitir palabra la mujer también formó fila. Sí está atendiendo, le dijo como hablándose a sí misma. Aquí empezó el verdadero ensimismamiento. ¡Qué necesidad de torturarse el cuerpo hasta desfigurarse! ¿Qué le habrá pasado a esta mujer? ¿Qué le habrá quebrado la confianza? ¿Tendrá un padre o hijo enfermo sin cura? No sabía qué, pero se reconocía en esa voluntad quebrada, el desasosiego sin pausa, “¡qué horror mierda de vida, y así dicen que la vida es linda!”, musitaba en su cabeza cuando cayó en la cuenta de que le tocaba el turno: “Ahora sí, llegó mi hora de la verdad, si he llegado hasta aquí puedo soportar lo que sigue.” Se dijo y entró.
Empezaba a caer la noche cuando subió al colectivo, tenía la actitud de quién se dispone a dormir un largo sueño; había escuchado lo que ya sabía, necesitaba que alguien extraño le reafirmara su destino para auto objetivarse, para poner un alto a este viejo letargo. No había un pensamiento fijo, se cruzaban las palabras como autos ciegos, se estrellaban. Así viajó de Blanpalá hasta su casa.
“Yo sabía, siempre supe que la vida carece de sentido. Una cosa enredada a la otra y así muchas veces hasta formar la red. ¿Por qué a veces me esperanzo en que algo puede ser distinto?”.
Como una prolongación de su cuerpo o como le dictara su segunda naturaleza, la costumbre, ya tenía en mano lápiz y papel. “Sí al menos esto me salvara”, se decía mientras escribía:
La soberbia de un potro es la manifestación de la juventud, que la vida misma poco a poco se encargará de domar hasta el último minuto de existencia.
Darse esperanza es una forma de prolongar la agonía.
La soledad es la única patria: lo demás, incluida la infancia es puro exilio.
El amor al prójimo es mucho pedir, y poner la otra mejilla es más de lo que humanamente se puede soportar.
El fast food es el mejor ejemplo de una vida desvivida.
Rebeca Chambi

3 comentarios:

Anónimo dijo...

a donde puedo encontrar tus libros??

Anónimo dijo...

desde la patagonia entre viento y nieve y a bajo cero estamos escuchando la radio aqui hay muchos jujeños sera la crisis?
por fAFOR los dias y horarios de la trasmision... gracias
ernestoo

Intravenosa dijo...

Los libros los podés encontrar en librerías: Rayuela y Horizonte (si sos de Jujuy) o ponete en contacto con nosotros por e-mail y arreglamos la forma de hacértelos llegar.
Saludos