jueves, 3 de julio de 2008

El único Dios es el lenguaje

La obra de Bajtin y la de quienes formaron su círculo intelectual rigen el origen de la nueva lingüística y sus posteriores desarrollos hasta la actualidad, tal es su inserción en los estudios del lenguaje. No hay dudas de que estas corrientes de análisis surgen y son resultados de corrientes científicas modernas, en mayor medida de la teoría de la evolución de las especies propuesta por Darwin, donde el hombre es consecuencia de una evolución natural; desde un estado homínido en el cual fue necesario un paso evolutivo más complejo: “el habla” como extensión de las capacidades humanas, y en consecuencia, del pensamiento que va de la mano del lenguaje mismo.

De esta manera, al aceptar las teorías del lenguaje que surgieron durante el siglo pasado, también admitiríamos el concepto evolucionista. Es de suponer, que quienes sostienen la existencia de un creador del mundo debieran rechazar de lleno dichas teorías.
De esta dicotomía surge el propósito de este trabajo, el cual intentará resolver la aparición del lenguaje como actividad humana de comunicación y examinar hasta qué punto puede evitarse un conflicto con creencias religiosas.
En el caso de ser Dios el creador y su doctrina estar en La Biblia, la aparición del habla no es consecuencia de la necesidad comunicacional del hombre (Bajtin), sino que existe con anterioridad. Dios (y por favor esto tomarlo en el más estricto sentido teológico, pues fuera de él pierde sentido) ya poseía la facultad del lenguaje.
La teología lo resuelve desde la fe, y esto sería suficiente si solo se tratase de postulados creacionistas. De todas formas, ninguno de los lingüistas contemporáneos puede asegurar la certeza del evolucionismo histórico y la concepción de que el lenguaje aparece como consecuencia de las transformaciones del hombre en el transcurso de las eras. Estos presupuestos aún no han sido totalmente comprobados. Existen indicios antropológicos que son interpretados y la subjetividad puede aparecer en los resultados; a pesar de los intentos de acercamiento al eslabón perdido, aún no se ha conseguido científicamente tal propósito. Cabe entonces la posibilidad de preguntarse si no es también una cuestión de fe: asegurar que el homínido, al evolucionar socialmente, posibilita la aparición del lenguaje.



1. En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
2. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la haz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la haz de las aguas.
3. Y dijo Dios: Sea la luz: y fue la luz.
4. Y vio Dios que la luz era buena: y apartó Dios la luz de las tinieblas.
5. Y llamó Dios á la luz Día, y á las tinieblas llamó Noche: y fue la tarde y la mañana un día.
(Génesis, vs. 1 al 5)
En teología se denomina verbo creador a la palabra de Dios, en especial cuando nos referimos al versículo 3 (Y dijo Dios: Sea la luz: y fue la luz). La apropiación de la palabra es suficiente para llevar a cabo el acto creador. Dios no debe realizar un trabajo exterior a él mismo, sino que su voz es la fuerza que posibilita la existencia (de la luz). El resto de la creación ha de existir por la misma energía, puesto que la acción prevaleciente durante la creación es: la del verbo creador.
Anterior al versículo 1, Dios es un Yo Único. Sin entrar en conflicto con la teología, podemos aclarar que este Yo contiene íntegramente el universo, el cual solo espera el verbo para ser lo otro. Dios enuncia, ¿cuáles son las características lingüísticas de esta enunciación? Se presenta aquí una imposibilidad teórica, ¿puede la lingüística dar respuesta a esta primera enunciación de la cual no se tiene en realidad registro alguno? Benveniste viene en nuestro auxilio al asegurar que “ (...), la oposición yo (hablo) /tu (escuchas), es una estructura de alocución personal que es exclusivamente interhumana. Ha de ser un código especial, religioso o poético el que autorice para emplear esta oposición fuera del medio humano”. Consideremos, entonces, una primera ley divina: Dios posee la capacidad del lenguaje inclusive siendo un Yo Único. Y este lenguaje primigenio tiene el poder de transformar el universo. Por esto, antes que discutir la creación del universo, de los planetas o de la luz, el debate debe trasladarse a la posibilidad de que el lenguaje exista junto a Dios, o que Dios sea gracias lenguaje. En definitiva, que el Lenguaje sea dios.

1.Aquí

El hombre cada vez que realiza una conversación puede situarse espacialmente, en oposición a otros participantes del hecho comunicacional. Yo estoy aquí enunciando algo y tu allá escuchando, básicamente este es el esquema. Si aún la enunciación se realizara en soledad, existe un espacio desde donde se produce, por ej: al pensar no es necesario fijarse en un espacio exterior a uno mismo, Aquí yo pienso. Nuestra concepción del lenguaje no nos permite utilizarlo sin ubicación espacial.
Realicemos un acto de abstracción a un estado universal donde Dios era toda la existencia, el adverbio “aquí”, que fija el espacio desde donde se habla para producir el acto de enunciación, no tiene sentido en este vacío original. ¿Cómo pudo Dios ubicarse en un espacio donde no había a quién ni a qué oponerse? Recién a partir de su creación posibilitó esta condición. Inclusive si no hubiese creado forma de vida para comunicarse, su enunciación poseería la variable espacial, ya que puede ubicarse en la Tierra o en cualquier lugar del universo, que no sea nuestro mundo para oponer su espacio de situación.

2.Ahora

La enunciación fija el presente, cada vez que hablamos instauramos un ahora que construye una temporalidad basada en el momento de la enunciación, ahora es cuando yo digo algo, ese deíctico es la marca del presente, que a su vez se opone al pasado y al futuro, un tiempo anterior y posterior a lo que digo.
El tiempo de Dios estaba regido por esta propiedad temporal de la enunciación, no había astros, ni mundos, ni movimiento para constituir un tiempo tal cual lo conocemos, pero sí estaban sus enunciados para suplirlos. ¿Cómo puede determinarse esto? En ocasiones cuando nos referimos a algo que ya sucedió o que va a suceder, utilizamos las enunciaciones como instancias temporales, por ejemplo:
Un hombre intenta recordar a otro una promesa. El olvidadizo pregunta: ¿Y cuándo fue eso? La respuesta podría ser en relación a una hora, día o fecha determinada, pero también puede responder: -Cuando te dije que si lo hacías iba a mejorar todo-. La temporalidad se encuentra fijada en el enunciado. De igual forma, el futuro puede estar fijado por un enunciado, por ejemplo: Hacé esto cuando yo diga tal cosa.
El tiempo del Creador estaba entonces estipulado por sus instancias de enunciación, no había hasta ese momento otra forma de medir el tiempo.
Pero Dios crea para el hombre otra medida temporal, sabiendo que, en el mundo por crear los enunciados serían infinitos y este tipo de temporalidad solo desembocaría en un caos donde no habría posibilidad de clarificar un presente. En Génesis, al crear la luz, instaura los días y con ello una medida de tiempo acorde a las características que el hombre necesitaría. “Y vio Dios que era bueno”.

3.La relación Yo/Tu

En todo acto comunicativo se establece una relación locutor/alocutario, en palabras de Benveniste: (el archi-utilizado) YO que apela a un TÚ. El “tu” receptor del mensaje es a su vez potencialmente un enunciador en la próxima instancia del diálogo. El Yo-locutor espera una respuesta, y realiza su locución en relación a ello, inclusive toma en consideración al “tú-alocutario” participante del acto.
Hubo en el instante de la creación un Yo Único que se constituyó en su propia palabra, pero la presencia del “tú” a quien destinar su enunciado no existía.
Lo más próximo a esa enunciación divina es el monólogo. Benveniste define al monólogo humano como, “un diálogo interiorizado, formulado en lenguaje interior, entre un yo locutor y un yo que escucha. A veces el yo locutor es el único que habla; el yo que escucha sigue presente, no obstante; su presencia es necesaria y suficiente para tornar significante la enunciación del yo locutor. En ocasiones también el yo que escucha interviene con una objeción, una duda, un insulto.”
Podemos deducir que Dios enunció por medio de un diálogo interior, de la misma forma que lo hacemos los humanos (su creación). El “monólogo original” contendría las mismas características para creador y creación. Pero “el monólogo es una estructura dialogal, entre un 'yo' que anuncia y un 'yo interior' que contesta, y que inclusive cuando se habla solo, significa que el 'yo interior' calla” (Benveniste), me gustaría completar este concepto agregando que esta no participación del “yo interior” significa una afirmación a lo que el “yo” está diciendo, y que cuando algo le “molesta”, hace su aparición para mostrar su dimisión respecto a ello.
Ahora bien, Dios no necesita preguntarse ni responderse respecto a sus pensamientos, ya que todo lo sabe, sus enunciados son asertivos, no pueden dejar de serlo pues de otra forma entrarían en contradicción con su esencia. Al momento de la creación no necesitó preguntarse ni cuestionarse si estaba bien lo que hacía, de tal forma que la presencia de un “yo interior creador”, aunque sea callado, es imposible. En definitiva, al momento del universo cero no contaba con la relación YO/TÚ ni, en reemplazo, con la YO / YO INTERIOR del monólogo.

Desde la teología se postula que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de su creador, lo cual produce constantes controversias, sobre si son referencias físicas o espirituales. Desde la teoría de la enunciación podemos afirmar que el hombre, en relación al lenguaje, no tiene posibilidad de reflejarse en imagen y semejanza, ya que resulta imposible enunciar fuera del mundo concebido para su existencia. Esta es una propiedad que solo posee El Creador.
La doctrina bíblica resuelve que el hombre consigue la facultad lingüística de comunicarse al ser creado, pero no resuelve la aparición anterior del lenguaje. Al crear, Dios se apropia del “aparato formal de la enunciación”, que ya existía, y puede transformar con ello el no-espacio que lo circundaba. Esta facultad lingüística de realizar lo que se dice, llamada: performatividad del verbo, es preponderante en Él y parte esencial de sí mismo. Sin la palabra Dios no pudiese crear, la fuerza creadora se encuentra en la palabra y ella a su vez pertenece al Creador que la posibilita. ¿Pero, Quién es Quién en esta dualidad cósmica? ¿Puede el Lenguaje transformar a Dios? La Teología Cristiana sostiene que Dios es un ser único, infinito e inmutable. Las marcas enunciativas sostienen que antes de la creación poseía un tipo de Lenguaje y que luego de ella se apropió de otro tipo distinto. Considero que esta apropiación produjo como resultado una mutación de Dios, (quizá la única).Quien pueda transformar a Dios es el verdadero Dios. Por ello, es el Lenguaje quien realiza la creación del universo, primero con la conformación de Dios en un estado inicial, para transformarlo a otro como creador. Y ahora, ocultándose en sus creaciones (Dios y, por Él, el universo), se mantiene omnipresente en cada forma de comunicación analizando dónde aplicar y qué dirección darle a su propiedad de transformar las cosas. Hasta que llegue el séptimo día y decida descansar de todo lo que ha hecho. Entonces, su descanso será nuestro silencio.


Fernando Choque.

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