jueves, 3 de julio de 2008

El Arte en Jujuy (los ´80)


Para analizar el devenir del arte en cualquier sociedad que se quiera llamar organizada, es necesario detenerse a observar los vaivenes socio-político-culturales que van sacudiendo e interactuando en tal sociedad. A veces, son situaciones potenciadoras en un localizado ambiente artístico, otras veces, por el contrario, sumergen cualquier intento artístico en un mar verdaderamente peligroso.
Al referirnos a Jujuy particularmente, tenemos que reveer más o menos rápidamente los últimos 20 años, para poder situar claramente en qué lugar se encuentra el arte hoy en día. Una revisión histórica sin otra pretensión que la de llevar algo de claridad al curso de este tiempo. Y vamos a ver que nada es tan casual como parece.

Sobre los inicios de la década de los años ´80, todos recordamos, la última dictadura militar se retiraba
dejando tras de sí la peor noche de horror y muerte que vivió la sociedad Argentina en conjunto. Los lazos
solidarios habían sido desvastados. Al asomarse en el horizonte una pequeña esperanza de recuperación, nos lanzamos a las calles, las mismas donde reinó la masacre. Trabajadores, estudiantes, artistas, jóvenes o no, notamos que era imprescindible reconquistar esos espacios. Recrear, a como diera lugar, un vínculo basado en la solidaridad para con el otro. Jujuy, por supuesto, no fue la excepción. En aquellos años, una explosión artística irradió sus ondas desde el basamento mismo de la sociedad. Nunca como entonces se hizo imperativo transformar el arte en una tribuna donde expresar con mayor o menor claridad, lo que tanto tiempo quedó soterrado bajo la acometida militarista. Además, sabemos bien que para ellos la gente es “terrorista en potencia”. Y doblemente en el caso de tratarse de un artista. Cuando se vio posible, el lenguaje ganó en claridad y calidad. Afortunadamente, pude ser parte de todo aquello.
Recuerdo que en DANZA, por ejemplo, Emilce Scilingo dictaba unas impresionantes cátedras abiertas en la impresentable casona de calle Otero que se caía a pedazos. De allí surgieron Natalia Entrocassi y Claudia Mamaní, entre otras. Notables bailarinas que reunían en sí las virtudes de calidad y sencillez, mostrando cuán excelsa y humilde se puede ser en la ejecución de dicho arte. Hay que consignar que “la impresentable casona” era la sede de la Escuela Provincial de Danzas. No terminó demolida vaya a saber por qué.
En PINTURA, todo era más vertiginoso, frenético. Se producía mucho y en múltiples direcciones. Predominaban las exposiciones y muestras de carácter colectivo y hay nombres como Marta Fassinatto, Claudia Lassaletta, Susana Sánchez, Juan C. Entrocassi, los hermanos Lara, Rosemary Burgos o Pastor Monzón que intercambiaban de forma constante conceptos, texturas, ideas y sus atelieres eran centro de reunión y debate. También rememoro que por esos días asomaba con timidez alguien que en la década posterior se encumbraría a alturas insospechadas, Víctor Montoya.
Los que nos dedicábamos a las LETRAS, veíamos surgir y desaparecer grupos literarios con la misma rapidez que se lee un “Haiku”. Los grupos que más duraron fueron “Brote” y “Raíces”, sin terminar de entenderse bien la razón de tan botánicas coincidencias. Circulaban por allí Pablo Baca, Alejandro Carrizo, Estela Mamaní, Reynaldo Castro, Jorge Estrada, Cristina Maceiras, María R. Boixadós y tantos más. A toda hora, a pie o en auto, íbamos y veníamos con nuestros escritos en busca del par para charlar, corregir y continuar escribiendo. Visitábamos solos o en grupos a Andrés Fidalgo o Néstor Groppa en sus propias casas o en sus lugares de trabajo y siempre nos alentaban a publicar, claro, pero teniendo presente aquello de 20% de inspiración y 80% de transpiración. Hubo además una publicación de efímera duración de apenas dos números, se llamaba El Monogramático y reunió en sus páginas lo mas selecto del movimiento artístico del momento. Era dirigida por Laura Barberis y Ernesto Aguirre. Es fundamental resaltar que nunca a nadie se le preguntaba si era “de aquí” o “de afuera”. Una cosa horrible y fuera de lugar totalmente. La consigna era hacer, producir. Y punto.
Hubo ACTORES, que desde Damián Guerra se irradiaron por el interior de la provincia y por su capital, siempre rebasados de entusiasmo y en constante estado de deliberación. Nombres como Leo Salgado, Ana M. González, René Olaguivel, Titina Gaspar, Noemí Salerno son los que rápidamente se recuerdan. Jorge Accame escribía su “Chingoil Company” a veces en bares. Y todo transcurría también en un estado de alegría. Daba la impresión que se le estaba devolviendo el alma al arte.
MUSICOS como Gustavo Patiño, las hermanas Simón, Ricardo Vilca, Tukuta Gordillo o Tomás Lipán solían participar de improvisadas peñas que se hacían por el simple gusto de ejecutar su arte para los amigos. Alguno de ellos ya había grabado o lo comenzaba a hacer y la celebración era de ese modo. El grupo de música latinoamericana llamado Nahual (integrado por el multi instrumentista jujeño Alejandro Fath) venía a Jujuy después de dos temporadas europeas y con tres discos grabados. Recorrieron la geografía provinciana luego de sendos recitales en la sala principal del Teatro Mitre, por donde pasaba casi toda la movida cultural. A esa misma sala accedió por primera vez una murga Jujeña de mano de Jorge Sobell, y que, para mal de males pertenecía al sindicato del SEOM.
Los FOTÓGRAFOS Pablo Teruel y René López eran los mejores de entonces. Ellos mismos revelaban, y sus trabajos generalmente eran en blanco y negro. Podían dictar rápidos y muy prácticos cursos si uno iba hasta donde vivían muñido, claro está, del correspondiente par de cervezas. Hay que mencionar, necesariamente, que los premios obtenidos por la película-emblema de los años ´80, La Deuda Interna, del jujeño Miguel Pereira, insufló de aire nuevo y de coraje a las artes visuales de Jujuy. De repente comprobamos que aún desde el culo del mundo y con exiguos presupuestos, era posible crear un lenguaje digno.
…¿Qué ocurrió después? Simplemente que esa ola impensada de furor creativo no alcanzó a soportar otro flagelo que se abatió sobre la sociedad: La era menemista y la globalización. Los mercaderes de lo ajeno también se abalanzaron sobre el arte. De repente, un colorido muy dudoso y un glamour estrafalario vinieron con los aires pestilentes que inocularon no sólo a la sociedad sino también a muchos de sus artistas. Los años ´90 fueron el remixado perfecto para un gran festín carroñero. El estado, que de alguna manera había cumplido a medias su rol de sostenedor de impulsos creativos nacidos en la base misma de la sociedad, asistió impávido a su propio desguace. Mucho coctel, mucho funcionario oficial con caras de nada, glamour de barro y colorido carnavalesco, hicieron de los impulsos creativos meros manotazos de ahogado. Muchos artistas e intelectuales de Jujuy se refugiaron en talleres y altillos a esperar que pase el terrible vendaval, y ver de paso, para seguir produciendo. Algo se pudo, por supuesto, aunque ya nada fue lo mismo. Hubo también quienes se erigieron como portadores de una verdad inexpugnable. El factor común dominante en apariencia fue producir, pero desde asiladas trincheras. Y como es lógico suponer, aquel lenguaje transformador y rebelde del arte, se diluyó. Se diluyó también la manera cooperativista de generar hechos artísticos. Como decía, aislados y deambulando, igual los artistas que afloran desde una sociedad tan castigada construyen acaso un lenguaje más feroz y despiadado. Hasta se puede intuir que, con el correr de las suertes y desgracias, el artista consumado acabe pensando en el “cómo” más que en el “porqué” de su lenguaje. Son datos que conviene tener en cuenta.
Hoy por hoy, existen vientos renovados que atraviesan nuestra sociedad artística en Jujuy. Puede que no sean los mejores. Habrá que apostar igualmente a la valentía y al arrojo, si es deseada la recreación de un lenguaje sin tanta hojarasca, con mayor capacidad de maniobra sobre la base de una creación decididamente orientada al bien común y a una sociedad que necesita de sus artistas igual que necesita de sus obreros y profesionales. Un desafío de estos días como lo fue hace 20 años atrás. Un amigo de aquellos tiempos, Pablo Teruel solía decir: “…el color en definitiva es azar puro, puede estar o no estar, y ni siquiera es tan importante. En cambio el blanco y negro, te obliga siempre a la búsqueda permanente de una textura, de una temperatura adecuada, que parezca ideal”. Y por el bien de la cultura y las artes en Jujuy conviene agregar “que así sea”.


Gabriel Salgado.

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